Es interesante lo que los discípulos le preguntaron a su Maestro
poco antes de su ascenso al Padre, pues---¡fue la última pregunta
que le hicieron! Y es que la mayoría de estudiantes bíblicos no comprenden que
esta última pregunta encierra toda la esperanza apostólica y cristiana. Por
tanto, es muy importante destacarla y entenderla para ser auténticos discípulos
de Cristo.
La última pregunta de los discípulos se halla en el libro de
los Hechos de los Apóstoles, capítulo 1 y verso 6, y que dice: “Entonces
los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor, ¿RESTAURARÁS EL
REINO A ISRAEL EN ESTE TIEMPO?”. Nótese que los discípulos que se
habían reunido le preguntaron LO MISMO, al UNÍSONO: “Señor,
¿RESTAURARÁS EL REINO A ISRAEL EN ESTE TIEMPO?”. Y, ¿por qué le preguntaron eso exactamente?
La razón se encuentra en el verso 3, donde dice: “a quienes también,
después de haber padecido, se presentó (Jesús) vivo con muchas pruebas
indubitables, apareciéndoseles ( a sus discípulos) durante cuarenta días y HABLÁNDOLES
ACERCA EL REINO DE DIOS” (el evangelio).
Jesús había resucitado, y por cuarenta días (mes
y medio aproximadamente) se les había estado apareciendo a sus seguidores, para
hablarles más sobre el REINO DE DIOS. Sí, durante ese periodo de tiempo,
Jesús aleccionaba a sus discípulos sobre el tema del Reino de Dios, y de
este punto no se movió para nada durante ese mes y medio. De modo que este
asunto del Reino de Dios fue algo crucial e importantísimo para Jesús, pues lo
motivó a hablarlo durante sus días finales en esta tierra. Debemos entonces
tomar conciencia de lo crucial de este tema del Reino de Dios, ya que si no lo
comprendemos en su real dimensión, no captaremos la entera misión de Jesucristo
como Salvador, Señor, y Mesías. Recuerde que él mismo confesó: “...es
necesario que también a otras ciudades anuncie EL EVANGELIO DEL REINO DE
DIOS, PORQUE PARA ESTO HE SIDO ENVIADO” (Lucas 4:43). Entonces está claro que Jesús comenzó
(Marcos 1:1,14,15) y finalizó (Hechos 1:3) su ministerio
hablando sobre el evangelio del Reino de Dios. ¡Esta fue la
verdadera razón por la cual Su Padre lo envió a este mundo hace dos milenios!
Ahora es menester que entendamos qué es ese Reino de Dios en su real dimensión.
Hemos visto que la pregunta de los discípulos se produjo justamente porque Jesús se la había pasado hablando con ellos sobre la restauración del Reino de Dios a los ISRAELITAS, durante su seminario intensivo de cuarenta días. Seguramente que el tema de ese seminario debió titularse: “El Evangelio de la Restauración del Reino De David a Israel”, Lo interesante e importante es que finalmente los discípulos le hicieron una pregunta oportuna y muy sugestiva a su Maestro, la cual encerraba y resumía toda la misión de Jesús en la tierra. Para entender lo que Jesús quiso decir por el Reino de Dios, debemos fijarnos en el contenido de la pregunta que le hicieron todos los discípulos reunidos en ese seminario intensivo de cuarenta días. Obviamente aquella última pregunta de los discípulos encerraba todo lo enseñado por Jesús sobre su reino venidero en la tierra, y que involucraba e incumbía a los ISRAELITAS. Ahora bien, dicha pregunta NO fue---como sostienen algunos--- inoportuna, torpe, aislada, y errada de un discípulo lento en entendimiento---¡Fue, más bien, la pregunta de TODOS los discípulos al unísono! Entonces: ¿fueron todos los discípulos torpes para no entender lo enseñado por Jesús durante esos cuarenta días?¿Fue acaso Jesús un pésimo Maestro? ¡No lo creo! Jesús no hablaba oscuramente a sus seguidores, sino sólo a sus detractores (Marcos 4:11.12).
Pues bien, si ellos--- como discípulos--- pudieron entender el tema del Reino de Dios, es obvio que usted---como discípulo de Jesús---puede igualmente entenderlo si dispone su mente y corazón, y extirpa sus prejuicios o ideas preconcebidas que sobre este tema ha recibido de personas indoctas.
El tema central de Cristo fue, sin duda alguna, las buenas
nuevas (=evangelio) del Reino de Dios (Lucas 4:43). Como vimos, Jesús comenzó y
finalizó su ministerio hablando precisamente de ese reino que se restablecería
en la tierra prometida, en ocasión de su segunda venida. Sus discípulos
igualmente difundieron este mismísimo evangelio del Reino de Dios por todos
lados a donde iban (Lucas 9:1,2).
El Reino de Dios se inaugura en el Antiguo Testamento cuando los israelitas le pidieron a Samuel que constituyera en Israel un rey y un reino como las demás naciones alrededor de ellos. En 1 Samuel 8:5 leemos: “Y le dijeron: He aquí tú has envejecido, y tus hijos no andan en tus caminos; por tanto, constitúyenos ahora un rey que nos juzgue, como tienen todas las naciones”.
El reino hebreo comenzó con Saúl, quien vino a ser un hombre rebelde
o desobediente a los ojos de Dios. Finalmente este rey fue destituido y
reemplazado por un pastor de ovejas llamado David. Con David Dios hace un pacto
solemne que decía: “...Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre
delante de tu rostro, y tu trono será estable eternamente” (2
Samuel 7:16). Además le prometió Dios: “Para que conforme Jehová la
palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando
delante de mi con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice,
faltará varón en el trono de Israel” (1 Reyes 2:4).
El último rey que tuvo la dinastía del rey David fue
Sedequías, quien en 586 AC fue destituido del trono de David a manos de Nabuconodosor,
rey de Babilonia. Desde esa fecha Israel se quedó temporalmente
sin rey y sin reino debido la
infidelidad de muchos de sus reyes. Pero en Ezequiel 21:25-27 veremos que el
reino sería finalmente estable eternamente con un príncipe o varón Judío, quien
sería justo y recto. Este príncipe aparecería todavía en el futuro, pero cuando
lo hiciera, traería---por fin--- la justicia y la paz verdaderas al
mundo. Sí, Ezequiel, el profeta, anunció que por muchos días Israel estaría sin
un rey y reino, hasta que “viniera aquel cuyo es el derecho y a él se lo
daría Dios”.
Jesucristo es aquel personaje que tiene el derecho de heredar
el reino davídico, puesto que él es el descendiente directo del rey
David (Mateo 1:1). Por eso, cuando él vino a la tierra, confesó que había
nacido para ser rey. Así se lo manifestó a Pilatos mismo cuando era juzgado por
él (Juan 18:37).
Ahora entendemos porqué los discípulos le preguntaron a Jesús si en verdad él iba a restaurar el reino inmediatamente a Israel. Ellos sabían, por los pactos y promesas revelados a los profetas, y a los padres, que un Ungido---el Cristo---reanudaría el reino suspendido de David en Israel. Ellos estaban seguros que Israel sería una monarquía nuevamente, con un rey poderoso y glorioso---¡y lo creyeron inminente!
Dios No ha Rechazado a Su Pueblo Ni a Su Tierra
Millones de Cristianos suponen que el Reino de Dios no es otra
cosa que “el reinado de Cristo en nuestros corazones”. Suponen, estos
“Cristianos”, que Israel perdió el favor de Dios, y por tanto Dios ya no trata
más con su pueblo de antaño porque suponen que “mataron a su Mesías”.
Por tanto, los tales llamados “cristianos” enseñan ahora que el reino de Dios
es uno de naturaleza “espiritual”, implantado en “el corazón de
los hombres”. Otros “cristianos” sostienen que el reino prometido por
Cristo es “su iglesia”. Estas
ideas preconcebidas son falacias que deben ser extirpadas de nuestras mentes,
pues Pablo fue claro cuando dijo que Dios no ha desechado a Israel al cual
desde antes conoció: “Digo, pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En
ninguna manera, porque también yo soy israelita, de la descendencia de
Abraham, de la tribu de Benjamín. No ha desechado Dios a su pueblo (Israel),
al cual desde antes conoció...” (Romanos 11:1,2).
Estamos viendo que Pablo afirma que Dios NO ha desechado a Su pueblo Israel al cual desde antes conoció. Esta enseñanza paulina desecha la idea preconcebida de que los Judíos han sido desechados para siempre por Dios “porque supuestamente mataron a su Mesías”. ¿Acaso los apóstoles Judíos mataron a Su Mesías? ¡Absurdo! ¿Acaso no fue la primera iglesia, Judía?
También el apóstol Pablo, como Judío creyente, dice: “Que
son israelitas, de los cuales SON la adopción, la gloria, el pacto, la
promulgación de la ley, el culto y las promesas” (Romanos
9:4). Nótese que San Pablo dice que de los israelitas SON (no “ERAN”)---entre
otras cosas---las promesas. Las promesas que Dios les hizo a
los padres (Abraham, Isaac, Jacob, y David), son para los israelitas
primeramente, y luego también para los no israelitas convertidos (Gálatas
3:16,29). Entre las promesas que Dios hizo a los padres están la posesión de
una “tierra prometida” (Génesis 12:1,2; 13:15, 15:18), y la perpetuidad
del Reino de David ---llamado igualmente: “El Reino de Dios”
(ver 1 Crónicas 28:5)---Ver también: Salmo 132:11, y 2 Samuel 7:12,13. En
estos versículos Ud. verá que Dios prometió perpetuar el trono de David, o
también llamado: “El Reino de Dios”. Dios le dice a David esto:”Para
siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las
generaciones. Él me clamará: Mi padres eres tú, Mi Dios, y la roca de mi
salvación” “Yo también lo pondré por primogénito, el más excelso de los reyes
de la tierra. Para siempre le conservaré mi misericordia y mi pacto será
firme con él. Pondré su descendencia para siempre, y su trono como los
días de los cielos. Una vez he jurado por mi santidad, y no mentiré a David.
Su descendencia será para siempre, y su trono como el sol delante de mí”
(Salmo 89:4,26-30,35,36). En otras palabras, Dios le prometió A David
que su reino se extendería hacia el futuro, y que sería para el beneficio de todas
las naciones de la tierra, Además, Dios le dijo a él que tendría un
descendiente justo que se convertiría en rey, y que sería el Hijo de Dios
predilecto, obediente, sabio, y perfecto (véase Hechos 2:29,30; Isaías 9:6,7).
Por esta razón David habló de su descendiente, así: “Todos los reyes se
postrarán delante de él; todas las naciones le servirán. Será su nombre
para siempre. Se perpetuará su nombre mientras dure el sol. Benditas serán
en él todas las naciones” (Salmo 72:11,17). Es por eso que la
última pregunta de los discípulos concuerda perfectamente con esta promesa
divina de un Reino de Dios restaurado en Israel. ¿Acaso no Recordamos que David
reinó sobre Israel por cuarenta años, siendo su capital final, Jerusalén?¿acaso
no recordamos que Jesús mismo afirmó que Jerusalén sigue siendo la ciudad
capital del “gran rey” venidero? (Mateo 5:33-35). Este es
precisamente el Reino que Cristo predicó y prometió restaurar. Ahora los
discípulos, viendo que Jesús se iría en breve al cielo, le preguntaron si ya
era inminente el establecimiento del reino davídico en Israel,
pues él lo había estado predicando,
anunciando, y también confirmando, por más de tres
años y medio (Lucas 8:1; Romanos 15:8).
La pregunta de los discípulos a Jesús era obviamente justa,
correcta, e inevitable, pues estaban finalmente muy interesados en saber el
tiempo exacto para la cristalización de la prometida restauración del reino del
padre David. En una ocasión anterior---recordemos--- cuando Jesús
estaba por entrar en Jerusalén ---la capital del Reino Davídico--- los
discípulos pensaron que el Reino prometido sería inmediatamente
restaurado con Cristo a la cabeza (Marcos 11:10). En Lucas 19:11 vemos que
Jesús se ve precisado a pronunciar una Parábola, con el propósito de hacerles
entender que aún no era el tiempo señalado para la tan anhelada restauración
del reino davídico. Explicó en su “Parábola de Las Diez
Minas” que “un hombre noble”---él
mismo---tenía que ir primero al cielo para recibir la corona de Rey y el
reino, y luego volver para tomar su trono en la tierra (v.12). Pero ahora,
estando él ya próximo para regresar al cielo, sus discípulos le preguntaron
finalmente si su reino se establecería próximamente en Israel o todavía no. Entonces Jesús sólo se limitó
a decirles que el tiempo de la tan anhelada restauración del reino a los
israelitas, sólo lo sabe Dios Hechos 1:7). Sin embargo, recordemos que ya antes
Jesús había afirmado que “de aquel día y la hora” de su
regreso como Rey, nadie lo sabía, ni él ni los ángeles del cielo, sino sólo
Su Padre (Marcos 13:32).
Aquí vemos nuevamente que Cristo NO reprende a sus discípulos
por aquella inevitable pregunta, diciéndoles algo así como: “Están errados,
pues ya nunca más será restaurado el Reino a Israel debido a que me rechazaron
mis paisanos”. NO!--- Él no les dice eso, ni nada parecido.
Simplemente les dice que sólo Dios sabe el tiempo exacto para la tan anhela
restauración del reino a Israel. Es decir, Jesús valida la pregunta como
correcta y oportuna, pero afirma no saber el tiempo exacto para dicho evento
glorioso. Es, pues, más que evidente que durante esos cuarenta días que duró el
seminario intensivo de Cristo, él se la pasó explicándoles a sus discípulos
acerca de cómo sería su reino milenario en Israel, y qué benéficos le traería
al mundo entero.
¿Es el Reino sólo
para los Judíos?
En Lucas 12:32 Jesús se dirige a sus discípulos como su
“manada pequeña”, y a éstos les ofrece su reino. Les dice textualmente así: “No
temáis manada pequeña, porque a vuestro Padre os ha placido daros el reino”.
Aquí Jesús les habla a Judíos que son sus seguidores. Esta promesa es dada
esencialmente a los que le siguen, a los que le sirven y creen, aunque es
verdad que éstos eran Judíos de raza. ¿Es entonces el reino para los Judíos de
raza únicamente? ¿Qué hay de nosotros, que somos creyentes, y no somos Judíos?
¿Hace Dios distinción entre los creyentes en función a sus razas?¿Heredan los
creyentes gentiles (no Judíos) el cielo, mientras que los creyentes Judíos se
quedan en la tierra para heredar y restaurar el reino de David? Hay iglesias
cristianas que dicen que el reino de David--- en Israel--- será sólo
para los Judíos conversos y no para los creyentes gentiles. ¿Qué dice la Biblia
al respecto?
En primer lugar leamos lo que dice Pablo en Gálatas 3:16,29: “Ahora
bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice a sus
simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la
cual es Cristo. Y si vosotros (Creyentes Gálatas gentiles) sois de Cristo
(cristianos), ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa” . En los versos anteriores (7,9,14) leemos: “Sabed,
por tanto, que los que son de fe (no Judíos de raza necesariamente),
éstos son hijos de Abraham...de modo que los de la fe son bendecidos con
el creyente Abraham...para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham
alcanzase a los gentiles...”. También es interesante lo que dice
Pablo a los creyentes de Efeso (gentiles), lo siguiente: “Por tanto,
acordaos de que en otro tiempo vosotros, los gentiles en cuanto a la carne,
erais llamados incircuncisión por la llamada circuncisión hecha con mano en la
carne. En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de
Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios
en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais
lejos, habéis sido hechos cercanos (a la ciudadanía de Israel) por la sangre
de Cristo. Porque él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando
la pared intermedia de separación...porque por medio de él los unos y los
otros tenemos entrada por un mismo espíritu al Padre. Así que ya no sois
extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de
la familia de Dios” (Efesios 2:11-14,18,19). “Que los
gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes
de la promesa en Cristo Jesús por medio del Evangelio” (Efesios
3:6).
Entonces la promesa del Reino de Dios recae también sobre
todos aquellos creyentes gentiles (no Judíos) que han creído en Cristo.
Peruanos, Argentinos, Bolivianos, Canadienses, Italianos, Franceses, Ingleses,
Senegaleses, Congoleses, Tibetanos, chinos, Coreanos, Japoneses, etc, pueden
heredar el reino de David si creen en Cristo. Dios no hace acepción de
personas, pues dice Pablo: ”Porque no hay acepción de personas
para con Dios” (Romanos 2:11),
Jesucristo Volverá Para Restaurar el Reino de David en Israel
El Apóstol Pedro dijo: “y él (Dios) envíe a Jesucristo, que os fue antes anunciado: a quien de cierto es necesario que el cielo reciba hasta los tiempos de la restauración de todas las cosas” (Hechos 3:20,21). Compárese esta palabra “restauración” con la de la última pregunta de los discípulos en Hechos 1:3. Es claro, entonces, que el reino israelita lo restaurará Jesucristo cuando regrese por segunda vez al mundo. Así lo afirmó Jesús mismo cuando dijo: “Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él entonces se sentará en su trono de gloria...entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34). Aquí es importante la segunda venida de Cristo como Rey, ya que ello significará la transformación física de los herederos del reino, pues como Pablo había dicho correctamente: “Pero esto digo, hermanos, que la carne y la sangre (los mortales) no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, En un momento, en un abrir y cerrar de ojos; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados” (1 Corintios 15:50-52). Entonces, cuando los cristianos logren o ganen su transformación física, recién entonces podrán ver y entrar en el reino glorioso de Cristo---¡No antes! La iglesia de Jesucristo está llamada a participar del reino de Dios (Santiago 2:5), pero debe antes crecer en el conocimiento de Dios y de Cristo (Juan 17:3) y en los atributos cristianas (2 Pedro 1.5-11). Hoy los incrédulos y los pecadores pueden ver y entrar en la iglesia de Señor sin ser bautizados o convertidos, pero para ver y entrar en el reino de Dios, hay que ser hombres “perfectos”, hombres de Dios, probos, santos, fieles, e inmortales. Esta es la gran diferencia entre la iglesia del Señor y el Reino de Dios. Al Reino de Dios sólo lo podrán ver e ingresar los que son “santos y perfectos” y que han merecido su transformación física--- o su inmortalización---- que es lo mismo (1 Corintios 15:53,54). En buena cuenta, los que hereden y sean parte del reino de Dios, gozarán de la vida eterna con todos los salvos de todas las naciones y épocas.
Recordemos que Jesús volverá a esta tierra, no sólo
para transformar o inmortalizar a sus seguidores, sino también para sentarse
en su trono de gloria, lo cual indica que él se posará en un trono en la tierra. Este trono será el de David
su padre, según está especificado en Lucas 1:31-33, y que dice: “Y
ahora, concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su nombre
Jesús (La Anunciación del ángel). Este (Jesús) será grande y será
llamado Hijo del Altísimo: y el Señor Dios le dará el trono de David su
padre, y reinará sobre la casa (país) de Jacob (Israel) para siempre, y su
reino no tendrá fin”. Por cierto que los cristianos también se sentarán
en sus respectivos tronos de gloria en el reino de Dios, pues Jesús les dijo a
sus apóstoles: “Yo, pues, os asigno un reino, como mi Padre me lo
asignó a mi, para que comáis y bebáis a mi mesa en mi reino, y os sentéis
en tronos juzgando a las doce tribus de Israel” (Lucas 22:29,30),
Obsérvese que siempre el reino tiene que ver con Israel. Pero lo trágico es que
millones de “cristianos” no quieren tomar literalmente estas profecías, y más
bien prefieren darles una explicación “alegórica” o “espiritual”. Pero si
quieren hacer esto, entonces la Anunciación deberá ser
igualmente interpretada “alegóricamente” o ”espiritualmente”. Pregunto: ¿nació realmente y
literalmente Jesús de una mujer joven y virgen? ¿estuvo literalmente
embarazada María? o, ¿entenderemos la anunciación como algo “simbólico”
también?
El Reino es la Esperanza de
la Iglesia
Jesucristo enseñó que “busquemos primero el reino de
Dios y su justicia” (Mateo 6:33). También enseñó a que orásemos por su
venida para que se haga--- por fin--- la voluntad de Dios en
la tierra como se hace en el cielo (Mateo 6:10). Del mismo modo, Jesús afirmó
que aquellos que “miran hacia atrás” no son dignos de su reino
(Lucas 9:62). También aseveró que “difícilmente un rico
puede entrar en él” (Mateo 19:23). A Nicodemo Jesús le dijo que “tenía
que nacer de nuevo” para ver y entrar en su reino (Juan
3:3,5). De modo que el Reino es algo que se puede ver y entrar si se “renace”
en Cristo.
Aun los apóstoles creyeron en el reino venidero de Jesús. Por
ejemplo, el apóstol Pablo afirmó “que es a través de muchas
tribulaciones que entraremos en el reino de Dios” (Hechos
14:22). Por su parte Pedro dijo en 2 Pedro 1:5-11, y en especial en el
versículo 11, lo siguiente: “Porque de esta manera (madurez espiritual) os
será otorgada amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y
salvador Jesucristo”. También Pablo dijo que los pecadores
incorregibles no podrían de ningún modo entrar en él, salvo que se
arrepintieran a tiempo (Gálatas 5:19-21). Santiago afirma que sólo los “ricos
en fe”, serán los herederos de ese magnífico reino en la tierra
(Santiago 2:5).
Entrar, pues, en el reino, es obtener la vida eterna y la salvación, según se desprende del diálogo del joven rico con Jesucristo de Mateo 19:16-23. En estos versos aparecen las frases “vida eterna”, “reino de Dios”, y “ser salvo”, Aquellos que no logren entrar en el reino de Dios, se deberá únicamente al hecho que no fueron dignos de él (2 Tesalonicenses 1:5). Es por esto que es muy importante buscar el reino de Dios y su justicia, porque ello significa ganar la salvación ---¡Esto no lo comprenden millones de Cristianos!
Es verdad que el Reino de Dios es un “reino celestial”,
porque precisamente es “de Dios”. Por tanto, las frases: “Reino de
Dios” y “Reino de los cielos” son equivalentes.
Nótese que nunca aparece en la Biblia la frase: “Reino EN los
Cielos” sino “Reino DE los cielos”. Es decir, que procede
de los cielos---¡De Dios! Es trágico que millones confundan el reino de los cielos
con el mismo CIELO. Sí, hay millones de “cristianos” que sostienen que heredar
el “reino de los cielos” significa heredar el mismo cielo---¡Craso error!
Definitivamente ni Jesús, ni sus apóstoles, enseñaron que iríamos al cielo para
vivir con Dios y los ángeles (Juan 13:33) (Véase también Mateo 5:5; Salmo
37:9,11,22,29,34, Proverbios 2:21,22---nótese que dice: “los
perfectos permanecerán en la tierra”).
El
Reino de Dios Significará La Justicia y la Paz Mundiales
El Reino de Dios significará la justicia y la paz en la tierra, pues recordemos que Jesús nos mandó a “buscar el reino de Dios y su justicia” (Mateo 6:33). Y el profeta Isaías claramente anuncia: “He aquí que para justicia reinará un rey, y príncipes presidirán en Juicio” (Isaías 32:1). Y también Isaías predijo: “Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz. Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia desde ahora y para siempre. El celo de Jehová de los ejércitos hará esto” (9:6,7). Y en 2 Samuel 23:3,4 se nos anuncia lo siguiente: “El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de Israel: Habrá un justo que gobierne ENTRE los hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana, como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace brotar la hierba de la tierra”
Por otro lado, la influencia mundial del reino de Cristo se
deja ver en los siguientes pasajes de la Escritura: Daniel 2:44, que dice: “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo
levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro
pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá
para siempre”. También el salmista David (72:7-9,11) lo anuncia
diciendo: “Florecerá en sus días justicia, y muchedumbre de paz, hasta
que no haya luna. Dominará de mar a mar, y desde el río hasta los confines
de la tierra. Ante él se postrarán los moradores del desierto, y sus
enemigos lamerán el polvo...todos los reyes se postrarán delante de él;
todas las naciones le servirán”. Leer todo el Salmo 72,
También Daniel 7:13,14 y Miqueas 4:1-4. Todas estas profecías aseguran que sólo
habrá un solo gobernante mundial que domine con autoridad de Dios, y con vara
de hierro. ¿Se imagina usted un mundo con un solo gobernante mundial?¿Se
imagina usted que las naciones del mundo se sujetarán de buena gana a este
magnífico líder mundial que está por venir desde los cielos? Será ciertamente:
“¡El deseado de todas las naciones!” (Hageo 2:7). Sí, será el gobernante ideal
que todo pueblo ha anhelado tener en el poder.
¿Está Ud. buscando y pidiendo este estupendo reino de Dios y su justicia? (Juan 6:10,33). ¡Es un mandamiento de Jesucristo! Sin embargo, cuántos aún ignoran que este reino milenario es la única esperanza que tiene la humanidad para tener paz y justicia verdaderas. No es “escapando al cielo” como vamos a lograr obtener la felicidad, la justicia, y la paz que anhelamos. Eso querría decir que el diablo triunfó al lograr la destrucción de la tierra, y arrojar a los hombres al cielo. ¿acaso no recordamos que Dios creó la tierra para que fuese habitada por los hombres? (Salmos 115:16). ¿Trastocará el diablo los propósitos de Dios para con la tierra? ¡De ningún modo! Pero los que afirman que iremos a vivir en el cielo, están desvirtuando todo el propósito de Dios de restaurar todas las cosas como eran al principio. Es obvio que la palabra restaurar quiere decir “reponer, recuperar, recobrar, reparar, renovar o devolver a una cosa su estado o estima original”. En buena cuenta, Dios pondrá todas las cosas como él se lo propuso en un principio. La restauración de un mundo paradisíaco significará el fin de la violencia humana y animal, y también el final de la depredación de la flora y fauna, y de la contaminación ambiental. Además significará la destrucción de todos los perversos e incorregibles del planeta (Salmo 37:9). Será el fin del dominio de los hombres para dar paso a la gobernación de Dios en la tierra como se efectúa en el cielo.
Sí, el Reino de Dios es el evangelio de Cristo. En diferentes pasajes de la Escritura veremos que el Reino de Dios y el evangelio, son sinónimos. En Marcos 1:1,14,15 encontramos un excelente ejemplo de esto. Dicen estos versículos de este modo: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios...después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado, arrepentios, y creed en el evangelio”. En la cita bíblica mostrada arriba, es obvio que cuando se habla de creer en el evangelio, lo que se quiere decir es que creamos en el Reino de Dios, y en su Rey, Jesucristo. Además, Pablo dice que el evangelio es poder de Dios para SALVACIÓN para todos los que lo creen de todo corazón (Romanos 1:16). Y cuando Jesús dejó señales concernientes a los últimos días, él dijo que antes de su regreso en gloria para establecer su reino, sus verdaderos discípulos estarían proclamando dicho reino por todo el mundo para testimonio a todas las naciones. Dice así en Mateo 24:14: “Y será predicado este evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin”. Entonces, ¿qué más pruebas podemos pedir para saber y entender lo que es verdaderamente el evangelio de Cristo?
Finalmente veremos a Pablo predicando este mismo evangelio del Reino en diferentes partes del mundo, según lo podemos constatar en Hechos 19:8;20:25;28:23,30,31. Es claro que el asunto del reino de Dios era de primera importancia para Cristo y sus apóstoles (Lucas 9:1,2), ¿Lo es para Ud., estimado hermano? Pablo dijo que seamos sus imitadores, así como él lo era de Cristo mismo (1 Corintios 11:1). ¿Lo está Ud. imitando a él en este quehacer evangélico? Muchos---desgraciadamente---no lo están haciendo, pues han pensando que el evangelio es solamente Cristo mismo, es decir: Su Muerte, su sepultura, y su resurrección al tercer día (1 Corintios 15:1-6). Esta creencia es media verdad, pues ya hemos visto que Jesús mismo tilda al Reino de Dios con el título de: “el evangelio” (Lucas 4:43, Mateo 24:14)---¡Y fue el principio de su evangelio! (Marcos 1:1,14,15). Por eso, predicar el evangelio es predicar el reino de Dios, como también lo es sobre la muerte, sepultura y resurrección de Jesús---¡Todo junto!
Para Mayor Información Escribir a:
Ing° Mario A Olcese
Diplomado en Teología.
molceses@hotmail.com