Por Ing.° Mario A Olcese
e-mail:
olcesemario@latinmail.com
El Contenido del Evangelio de Jesucristo
Todos los cristianos sabemos muy bien que
Jesucristo vino al mundo para predicar un mensaje o evangelio
para todos los hombres. Evangelio viene del griego “evangelon”,
que quiere decir “buenas nuevas” o “buenas noticias”.
Sin embargo, son pocos los que saben de qué se trata este mensaje
o buenas nuevas que Jesucristo predicó insistentemente. Sí, la
tragedia del cristianismo contemporáneo consiste en que aún persiste una confusión
y una ignorancia total del contenido del evangelio
cristiano original, debido a que no es predicado, ni explicado, por los clérigos
y pastores de hoy, salvo muy raras excepciones. La mayoría de las iglesias han
cambiado el evangelio original por una esperanza más allá de este mundo, y que
se basa en: “La morada eterna en el cielo de las almas inmortales de los
creyentes, para tocar bellas melodías
para el Señor, con una lira o arpa dorada”.
El Señor Jesucristo manifestó que fue
enviado por su Padre para anunciar o proclamar el evangelio del reino
de Dios. Dice así Jesús: “Es necesario que también a otras
ciudades anuncie el evangelio del reino de Dios, porque para esto he sido
enviado” (Lucas 4:43). Nótese que Jesús no dijo que
fue enviado a predicar el evangelio y punto, sino más bien, el
evangelio del reino de Dios. Vuélvalo a leer en Lucas
4:43. Este asunto ha sido pasado por alto por la mayoría de estudiantes
bíblicos de los últimos 15 siglos o más. Y es que la palabra evangelio,
por si sola, quiere decir simplemente: “Buenas Noticias” o “Buenas
Nuevas”, pero: ¿de qué? De modo que cuando decimos que Cristo vino a
predicar buenas noticias al mundo, en realidad no estamos diciendo
prácticamente nada. Tenemos que explicar de qué se tratan esas buenas
noticias para que tenga sentido y entendimiento cabal nuestra
predicación acerca del evangelio.
Sí, el reino de Dios es el principio
(Marcos 1:1) y el fin del evangelio de Jesucristo, pues
incluso después de resucitar, Jesús pasó 40 días más con
sus discípulos, y continuó predicándoles más sobre el contenido de su mensaje
del reino de Dios (Hechos 1:3). Es, por tanto notorio, que Jesús dio
mucha importancia a algo que llamó: el reino de Dios, pues lo predicó en
privado y en público al lado de sus discípulos en diferentes lugares y
ocasiones. Dice en Lucas 8:1: “Aconteció después que Jesús iba por todas
las ciudades predicando y enseñando el evangelio del reino de Dios, y
los doce con él”. También Jesucristo les encargó a sus mismos
apóstoles, a que hicieran nuevos discípulos, a fin de extender este mismo mensaje de salvación y esperanza
a más personas de otros pueblos y países. Dice Jesús en Marcos 16:15,16: “Y les dijo: Id por todo el mundo
y predicad el evangelio (del reino de Dios) a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado”.
En Mateo 24:14 Jesús dice también: “Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y
entonces vendrá el fin”. En Lucas 9:59,60 Jesús le dijo a un hombre que
le siguiera para que anunciara también el evangelio del reino de Dios.
En Hechos 8:12 vemos a Felipe predicando el evangelio del reino de
Dios y el nombre de Jesucristo a muchas personas. Los hombres y
mujeres que creyeron en su mensaje del reino, fueron bautizados. Y en Hechos
leemos que Pablo permaneció en Efeso, Roma, Mileto, etc; predicando también el
evangelio del reino de Dios y el nombre de Jesucristo: “Y entrando Pablo en
la sinagoga, habló con denuedo por espacio de tres meses, discutiendo y
persuadiendo acerca del reino de Dios” (Hechos 19:8). “Y
ahora, he aquí, yo sé que ninguno de vosotros, entre quienes he pasado predicando
el reino de Dios, verá más mi rostro” (Hechos 20:25). “Y
habiéndole señalado un día, vinieron a él a la posada, a los cuales les
declaraba y testificaba el reino de Dios desde la mañana hasta la tarde,
persuadiéndoles acerca de Jesús, tanto por la ley de Moisés como por los
profetas. Y Pablo permaneció dos años enteros en una casa alquilada, y recibía
a los que a él venían, predicando acerca del Señor Jesucristo, abiertamente y
sin impedimento” (Hechos 28:23,30,31).
Queda demostrado, entonces, que Cristo, y sus discípulos, predicaron algo que se llamó el evangelio o buenas noticias del reino de Dios. Y recuerde que este reino de Dios no era un mensaje nuevo para los paisanos de Jesús, pues de él se habló ampliamente en casi todo el Antiguo Testamento. Sólo basta con abrir cualquier concordancia bíblica, y usted descubrirá los numerosos pasajes en donde aparecen la palabras “reino” y “reinar”. Parte de esos pasajes se refieren a reinos mundanos y perecederos como el de Babilonia, Medo-Persia, Egipto, Grecia, Etiopía, etc. Otra parte se referirá al reino de Dios, que es contrastado por su carácter divino, celestial e imperecedero. “Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un reino que no será jamás destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44).
El Reino de Dios tiene Relación con
la Tierra
Mucho se ha especulado en
relación al origen y a la naturaleza del reino de Dios. Ya en el siglo IV el
teólogo y padre del romanismo, Agustín de Hipona, sostuvo que
éste era un sinónimo de la iglesia de Cristo (Obra de Agustín: La Civitas
Dei, o La Ciudad de Dios) . Es decir, para los católicos, y unos pocos
grupos cristianos no católicos, el reino de Dios es la Iglesia que Cristo fundó
hace dos milenios.
Pero para la mayoría de
protestantes, éste viene a ser “el gobierno de Cristo en el corazón
de cada creyente”. Es decir, que Cristo “mora y reina espiritualmente” en cada
creyente, convirtiéndose así en el Señor de ellos. Otro grupo de
creyentes sostiene que este reino no es otra cosa que el cielo
mismo donde está el trono de Dios, el cual reina y reside con su séquito
angelical, así como con todos los santos que supuestamente han partido al cielo
después de morir.
Todas estas
interpretaciones parecieran tener validez y sentido, pero: ¿Se sustentan en
la misma Biblia? Nosotros creemos que la Biblia misma da la verdadera
explicación de lo que es el reino de Dios. Definitivamente esta
frase indica una forma monárquica de gobierno. Es decir, implica
un rey, súbditos, leyes, y territorio; ya sea en la
tierra, en el cielo, o donde fuere. Difícilmente éste puede implantarse en el
corazón del creyente, pues ello indicaría que “el corazón” es el territorio
del reino, y eso parece ridículo. Repetimos, la única forma de saber lo que es
exactamente el reino de Dios, es acudiendo a la fuente misma de dicha enseñanza
o doctrina, es decir, la Biblia.
Las Santas Escrituras nos
hablan de que Dios formó al hombre y le dio el planeta tierra para que lo
habitara felizmente con su esposa y su descendencia. Definitivamente la tierra
fue creada para que fuera poblada por los hombres que Dios crearía más adelante.
Dice el rey David: “Los cielos son los cielos de Jehová; y ha dado la
tierra a los hijos de los hombres” (Salmos 115:16). Nótese que el
cielo no es para el hombre sino para Dios. Ahora bien, la tierra
sí fue hecha para que el hombre la habitara y cuidara para su bien. Dios la
preparó con oxígeno, agua, luz, vegetación, y animales para que le fueran de
beneficio. Difícilmente se podría encontrar otro planeta como el nuestro que
pueda albergar a tanta variedad de seres vivos. Lo importante de todo esto es
que jamás Dios pensó trasladar al hombre a otro lugar o dimensión
fuera de la tierra. Por eso, no es de extrañar que en el mundo de
mañana, sólo los justos la habitarán para siempre, en tanto que los impíos y
malvados serán erradicados de ella para siempre. Dice el sabio rey Salomón: “El
justo no será removido jamás (de la tierra); pero los impíos no habitarán
la tierra” (Proverbios 10:30). Esto es interesante y muy curioso, pues
los justos permanecerán en la tierra
(no en el cielo) para siempre. Sólo los malos dejarán de existir
en la tierra, pues serán destruidos para siempre, pues dice también el rey
David: “Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en
Jehová, ellos heredarán la tierra...” (Salmos 37:9,34).
Saúl fue el primer rey que tuvo Israel, según se nos revela en el
Antiguo Testamento. Su reinado fue irregular, y estuvo plagado de
desobediencias o rebeldías de su parte. Finalmente, Saúl fue destituido del
cargo y reemplazado por un joven pastorcito de ovejas llamado David, hijo de
Isaí. Este vino a reinar un total de cuarenta años, 7 años en Hebrón, y 33 años
en Jerusalén, la ciudad capital del reino.
Pacto de Dios con el
Rey David
Con el rey David Dios hizo
un pacto solemne e importante el cual decía: “Y cuando tus días sean
cumplidos, y duermas con tus padres, yo levantaré después de ti a uno de tu
linaje, el cual procederá de tus entrañas, y afirmaré su reino. El
edificará casa a mi nombre, y yo afirmaré para siempre el trono de su reino. Yo
le seré a él padre, y él me será a mi hijo. Y si él hiciere mal, yo le
castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres, pero mi
misericordia no se apartará de él como la aparté de Saúl, al cual quité de
delante de ti. Y será afirmada tu casa y tu reino para siempre delante de tu
rostro, y tu trono será estable eternamente.” (2 Samuel 7:12-16).
Esta profecía no ha sido
entendida en su real dimensión por la mayoría de cristianos de los últimos quince
siglos de la Era Cristiana. En realidad, esta profecía es dual y
encierra promesas muy interesantes que no han sido comprendidas en su real
dimensión. Ahora bien, es cierto que Salomón, el hijo de David, cumplió parte
de la profecía al edificar casa o templo para Dios. Sin embargo, su reino no
fue estable eternamente como decía el pacto mismo. Recordemos que a la
muerte de Salomón, sus dos hijos (Roboam y Jeroboam) se disputaron el trono y
el reino, y éste quedó dividido en dos: El reino del sur y el reino del norte.
De modo que la profecía de un reino estable sería para un futuro aún.
Ahora bien, el último rey
judío que tuvo el trono de David fue Sedequías, quien igualmente fue
impío como muchos de sus antecesores. Éste fue destronado por el rey babilónico
Nabuconodosor en el año 586 A.C. Desde esa fecha se interrumpió
la dinastía del rey David hasta el día de hoy. Es decir, por casi 2,500
años Israel ya no tiene un rey que los gobierne. No obstante, es interesante
prestar atención especial a la sentencia que le hizo Dios al rey Sedequías,
antes de ser depuesto. El profeta Ezequiel, en su capítulo 21, y versos 25-27,
dicen así dichos versículos: “Y tú (Sedequías), profano e impío príncipe
de Israel, cuyo día ha llegado ya, el tiempo de la consumación de la maldad,
así ha dicho Jehová el Señor: Depón la tiara, quita la corona; esto no será más
así; sea exaltado lo bajo, y humillado lo alto, a ruina, a ruina, a ruina lo
reduciré, y esto no será más, hasta que venga aquel cuyo es el derecho, y yo
se lo entregaré”.
Esta profecía de Ezequiel 21:25-27
ha sido pasada dramáticamente por alto, e ignorada por los estudiantes de la
Biblia, trayendo como resultado una distorsión total del programa de Dios para
la política del mundo del futuro. Ahora usted tiene el privilegio de conocer la
revelación de Dios con respecto a su reino milenario glorioso en la tierra, el
cual cambiará toda las políticas imperfectas del mundo de hoy. Abra su mente
para entender, pues dijo Jesús que el que tiene oídos para oír, que oiga.
En esta
profecía de Ezequiel está la sentencia de destronamiento del rey Sedequías, un
descendiente del rey David, el cual también fue impío. Con Sedequías finalizó “temporalmente”
el reino de Dios, o llamado también, el reino de David, pues la profecía decía
que este reino suspendido se reanudaría con “aquel
(un descendiente de David glorioso) cuyo es el derecho (por ser de sangre real)
y a él (un descendiente de David glorioso) se lo entregaré (restaurará el trono
y su reino)”. Nosotros sabemos que el reino de David ---en
Israel--- era el reino de Dios, según lo podemos leer en 1 Crónicas
28:5, donde dice: “...Jehová eligió a mi hijo Salomón para que se
siente en el trono del reino de Jehová (Dios) sobre Israel”.
Notemos que el reino davídico era el reino de Dios, pues Salomón
se sentó en el trono del reino de Dios. Pero muchos cristianos no lo saben, o
lo ignoran por completo. Esta es una tragedia más del cristianismo de los
últimos quince siglos. Sí, el reino de David era el mismísimo
reino de Dios predicado por Jesucristo. Por eso, cuando Juan el
Bautista apareció en la historia como el precursor del Mesías, o del
pretendiente al trono, y habló del “acercamiento del reino”, sus
oyentes sabían perfectamente de qué cosa estaba hablando él (ver Mateo 3:2).
Sí, sus discípulos (los de Juan) sabían que el reino de David sería restaurado
en la persona de un descendiente suyo o “el Mesías”. ¡Cuánto necesitaban ese
reino los judíos con tanta opresión romana! Por eso, cuando Juan anunciaba el acercamiento
del reino del Mesías o Cristo, los judíos debieron sentir una esperanza
refrescante de liberación de la opresión del invasor romano. Por ello, no es de
extrañar que los discípulos de Juan preguntasen a Jesús: “¿Eres tú
aquel que había de venir, o esperaremos a otro? (Mateo 11:3). Sí mi
amigo, el reino y su rey eran esperados por el pueblo hebreo por siglos.
Jesucristo es el Descendiente del
Rey David
Muchos cristianos han leído
que en la Biblia a Jesucristo se le llama: el “hijo de David”. Por
ejemplo, el evangelista Mateo empieza su evangelio diciendo: “Libro de la
genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo
1:1). Sí, cuando empezamos a leer el evangelio de Mateo, nos encontramos con
una interesante introducción que pocos han advertido o entendido, la
cual afirma que Cristo es hijo de David... y también de Abraham. ¿Qué
importancia tiene esta genealogía? ¡Muchísima! Es hora que usted lo comprenda
en su dimensión real.
Como vimos, David fue rey
de Israel por espacio de 40 años. Esto quiere decir que Jesucristo, como hijo
de David, es de “sangre azul”, y por tanto, es aquel que tiene el
derecho de retomar el cetro, la tiara y el trono de David según la profecía de
Ezequiel que mostramos. Sí, Jesús es aquel que reanudará o restaurará el reino
de David en Israel. Él será el gobernante de Israel y del mundo entero.
Jerusalén, la ciudad amada por judíos, cristianos, y musulmanes, será la sede
mundial de su reino, pues Jesucristo mismo lo dijo enfáticamente con
estas palabras: “Pero yo os digo: No juréis en ninguna, ni por el cielo,
porque es el trono de Dios; ni por la tierra, porque es el estrado de sus pies;
ni por Jerusalén, porque es la ciudad del gran Rey” (Mateo
5:34,35).
Pero veamos otros pasajes
importantes de la Biblia con respecto al reino de David. Cuando Cristo habló de
la restauración del Reino, él dijo lo siguiente: “Cuando el Hijo del
Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con él, entonces se
sentará en su trono de gloria... Entonces el Rey dirá a los de su derecha:
Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo” (Mateo 25:31,34).
Nótese que Jesús habló de
regresar al mundo nuevamente en gloria y con sus ángeles. En ese tiempo, los
cristianos mesiánicos heredarán el reino con Cristo, el cual fue programado
desde la fundación del mundo. La primera venida de Cristo fue para preparar a
hombres y mujeres para que entren en él bajo sus condiciones específicas.
Jesucristo nació como mortal para ponernos los requisitos sobre la mesa, a fin
de que podamos ingresar en su reino con inmortalidad. A Nicodemo, Jesús le dijo
muy claramente: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3,5).
Nótese que Cristo le exigió a Nicodemo “nacer de nuevo” para ver y
entrar en su reino. A otro, Jesús le dijo: “Ninguno que poniendo su
mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios”
(Lucas 9:62). A un escriba le que le había contestado correctamente, le dijo: “no
estás lejos del reino de Dios” (Marcos 12:34). También Jesús dijo:
“De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no
entraréis en el reino de Dios” (Mateo 18:3). Y además afirmó que: difícilmente
entrará un rico en su reino (Lucas 18:24).
Sí, los hombres
comprendieron que Cristo era aquel Mesías o heredero del trono de David por
todo lo que enseñaba sobre su reino. Así, cuando Jesús estaba por entrar en Jerusalén
para evangelizar a sus hermanos, y cumplir con su misión, el pueblo le decía: “¡Hosanna!
¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Bendito el reino de nuestro
padre David que viene! ¡Hosanna en las alturas!” (Marcos 1:9,10).
Igual ocurre con la Parábola de la Diez Minas, la cual fue pronunciada
por Jesús por razón de que los discípulos pensaban erradamente que el reino se
manifestaría inmediatamente ( Ver Lucas 19:11,12). Como
vemos, los judíos tenían una creencia real y concreta sobre el reino de David,
el cual sería restablecido en Jerusalén por un descendiente suyo (de David).
Esto ya lo había anunciado claramente el ángel Gabriel a María cuando le dijo:
“Y Ahora concebirás en tu vientre, y darás a luz un hijo, y llamarás su
nombre Jesús. Este será grande, y será llamado Hijo del Altísimo; y el Señor
Dios le dará el trono de David su padre; y reinará sobre la casa de Jacob para
siempre, y su reino no tendrá fin” (Lucas 1:31-33).
Trágicamente, millones de cristianos
han pasado por alto este singular texto que revela todo sobre el futuro
reinado de Cristo. Este texto ha sido torcido, mal interpretado, “espiritualizado”,
y hasta ignorado. Los curas católicos no saben cómo explicarlo. Aquí hay una profecía que debe ser tomada literalmente,
y al pie de la letra, como ocurrió con el anuncio de su
nacimiento virginal. Nótese
que el ángel Gabriel profetiza que Jesús será grande y será llamado Hijo del
Altísimo. También dice que Dios le dará el trono de su ancestro David
(el cual debe estar escondido por algún sitio, así como también lo debe estar
el “arca perdida” de oro). Luego se profetiza que reinará sobre la casa
(= país) de Jacob
(=Israel) para siempre, y su reino no tendrá fin. Si esta
parte de la profecía no lo creemos literalmente, ¿por qué
tendríamos que creer entonces literalmente su nacimiento
virginal de María? Creemos que debemos ser consecuentes con nuestra exégesis
bíblica para no caer en errores desastrosos. O tomamos toda la profecía de
manera literal, o bien, de manera simbólica, pero no ambas.
El Reino de Dios: La Meta de
la Iglesia
Todos los textos anteriores
apuntan hacia el reino venidero de Dios. La iglesia está llamada a recibirla en
la segunda venida de Cristo, como vimos hace un rato. Pero Jesús no fue con
rodeos al respecto. A sus discípulos les dijo: “No temáis manada
pequeña, porque vuestro padre le ha
placido daros el reino” (Lucas 12:32). Y en otra ocasión Jesús les
enseñó a sus discípulos a orar para que “venga el reino de Dios, a fin
que se haga la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo”
(Mateo 6:10). Además, los instó a “buscar el reino de Dios y su
justicia” (Mateo 6:33). También prometió darles a sus apóstoles sus
respectivos tronos de gloria dentro de su reino. Jesús les dijo: “De
cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente
en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os
sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel”
(Mateo 19:28). Incluso la madre de los hijos de Zebedeo buscaba los mejores
puestos de honor para sus hijos en el reino de Cristo. Ella le dijo a Jesús: “Ordena
que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro
a tu izquierda” (Mateo 20:21).
Y como dijimos antes, Jesús
se presentó resucitado a sus discípulos durante 40 días, predicándoles acerca
de su reino que él restablecería o restauraría en Israel en su segunda venida
en gloria. Leemos lo que dice en Hechos 1:3: “a quienes también, después
de haber padecido, se presentó vivo (Jesús) con muchas pruebas indubitables,
apareciéndoseles durante 40 días y hablándoles acerca del reino de Dios”.
Pero sus discípulos estaban errados con respecto al tiempo de esa
tan anhelada restauración del reino davídico, porque lo creían inminente.
Ellos le preguntaron a Jesús: “Señor,
restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6). Pero
Jesús sólo se limitó a decirles que Dios es el único que sabe el tiempo exacto
para esa tan esperada restauración del reino de Dios (v.7).
Lo cierto de todo esto es
que la meta de la iglesia fue siempre la venida del reino de Cristo para poder
disfrutar de una edad maravillosa nunca antes vista. Y es Pablo quien se
encarga de difundir este mensaje a los gentiles (=no judíos), y los insta a
soportar las tribulaciones para poder ingresar luego al reino. Sus palabras son
como siguen: “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos
en el reino de Dios” (Hechos 14:22). Y Pedro no se queda atrás en
su misión pastoral, pues también les dice a los creyentes en general: “Vosotros
también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a
la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio,
paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; al afecto
fraternal, amor. Porque de esta manera os será otorgada amplia y generosa
entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo”
(2 Pedro 1:5-11).
El Reino de Cristo y el Nuevo
Orden Mundial
Lo inaudito es que a pesar
de tanta evidencia bíblica, hay quienes aún dudan de que Cristo volverá a pisar
nuestro planeta nuevamente. Pero es en 2 Samuel 23:3,4 donde el profeta David,
padre del reino, dice: “El Dios de Israel ha dicho, me habló la Roca de
Israel: Habrá un justo que gobierne ENTRE (no SOBRE) los
hombres, que gobierne en el temor de Dios. Será como la luz de la mañana,
como el resplandor del sol en una mañana sin nubes, como la lluvia que hace
brotar la hierba de la tierra”. Nótese que dice “entre los
hombres” y no “sobre los hombres”. Esto es muy
significativo sin duda.
Notemos que el profeta
Isaías es claro al decir que Israel destacará sobre las demás naciones, las
cuales girarán en torno de Jerusalén. Luego se nos revela que los pueblos
acudirán a Israel para aprender de Dios, y a recibir sus leyes y palabras. Y
además se nos dice que las armas bélicas se convertirán en instrumentos para la
agricultura, y los ejércitos desaparecerán. Pero esto no es todo, ya que el
profeta Isaías continúa diciendo: “Porque un niño nos es nacido
(Jesucristo), hijo nos es dado, y el principado sobre su hombro; y se llamará
su nombre Admirable, Consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.
Lo dilatado de su imperio y la paz no tendrán límite, sobre el trono de
David y sobre su reino, disponiéndolo y confirmándolo en juicio y en justicia
desde ahora y para siempre” (Isaías 9:6,7).
El profeta David habla de
su reino restaurado por Cristo, así: “Florecerá en sus días justicia,
y muchedumbre de paz, hasta que no haya luna, dominará de mar a mar, y desde el
río hasta los confines de la tierra. Todos los reyes se postrarán delante de
él; todas las naciones le servirán” (Salmo 72:7,8,11). Aquí está la
evidencia profética de que Cristo tendrá un dominio mundial, y no sólo
en Israel, como algunos aún piensan. Esta es una prueba de que el reino del
Cristo ejercerá su poder o influencia por todo el mundo habitado. Así también
lo predijo Daniel, en el capítulo 2, y verso 44, del libro que lleva su nombre.
“Y en los días de estos reyes el Dios del cielo levantará un
reino (=gobierno) que no será jamás
destruido, ni será el reino dejado a otro pueblo (=no será derrocado); desmenuzará
y consumirá a todos estos reinos (=dominará a las naciones con la fuerza del
hierro), pero él permanecerá para siempre” (Daniel 2:44). Es
importante, mi amigo, que usted lea todo el capítulo 2 del libro de Daniel, en
el Antiguo Testamento, pues en este capítulo el profeta explica el desarrollo
de la historia del mundo hasta el restablecimiento de un reino o gobierno
mundial divino que traerá la justicia y la paz duraderas a la tierra. Nótese
especialmente el versículo 35, que dice: “...mas la piedra
(=Cristo y su reino) que hirió (=destruyó) a la imagen (=los imperios
mundiales) fue hecha un gran monte (= gran imperio) que llenó toda la tierra (=dominio mundial)”.
Por supuesto que estas
profecías se cumplirán aún en el futuro, cuando Cristo regrese por segunda vez,
para tomar su trono de gloria en la tierra de Israel. Eso ya lo explicamos mostrando
textos tan importantes como: Mateo 25:31,34; Lucas 19:11,12; 2 Timoteo 4:1;
etc. Queda claro que este mundo caótico y moribundo será gobernado por el Hijo
de David, quien es, al mismo tiempo, el Hijo de Dios. Sí, Jesucristo será el líder
mundial de una nueva sociedad nunca antes vista por hombre alguno, y
en donde ya no habrá guerras, crímenes, hambre, miseria, drogadicción,
polución, explotación, desempleo, desamparados, clubes nocturnos, prostitución,
inseguridad, hogares destruidos, hijos abandonados, violencia, tristeza,
etc. ¡Un verdadero mundo
paradisíaco! Esto lo afirma Isaías al
decir por orden de Dios: “No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte;
porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren
el mar” (Isaías 11:9).
Nótese que la tierra estará
llena del conocimiento de Dios. Esto significa que la gente que la habite sabrá
quién es el Dios de Abraham, de David, y de Cristo. Esto implica que los
hombres ya habrán aceptado la verdad de
Dios, y que también se habrán convertido en Sus siervos. Ahora bien, Jesucristo
sí será un soberano justo y eficaz en todo lo que él haga en su gobierno
mundial. El mismísimo profeta Isaías nos revela el secreto del éxito que tendrá
el rey del restaurado reino de Dios, con estas palabras: “Y reposará
sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia,
espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor
de Jehová” (Isaías 11:2). Obviamente una persona con estas
calificaciones sería idónea para regir el mundo con total eficacia. Los hombres
de hoy se entrenan en las ciencias económicas y políticas, y no pueden
solucionar los problemas del desempleo y del hambre de los países pobres del
“tercer mundo”. Aun en los países ricos subsisten los problemas que manan del
materialismo y del consumismo excesivo de sus habitantes, como son: los hogares
destruidos, la drogadicción, el alcoholismo, los crímenes, etc. Pero como dijo
Salomón sobre la sabiduría verdadera: ““...pero la sabiduría es
provechosa para dirigir” (Eclesiastés 10:10). Sí, Salomón fue reconocido como el rey sabio que
supo dirigir el reino de Dios. Pero Cristo tendrá mayor sabiduría que Salomón,
por ser el Unigénito Hijo de Dios, predilecto y perfecto. Como resultado, él
dirigirá realmente al mundo por el sendero correcto de la justicia y la paz
duraderas (Isaías 11:4,5; 32:1).
Los Mansos Heredarán la Tierra y
el Reino
Jesús enseñó que “los
mansos heredarán la tierra” (Mateo 5:5). Esto quiere decir que
estamos llamados a ser los co-gobernantes en el reino de David, el cual se
establecerá en la tierra cuando Cristo vuelva por segunda vez. Hoy, el mundo está gobernado por muchos
títeres del diablo, pues como dijo san Juan: “Todo el mundo yace bajo el
poder el maligno” (1 Juan 5:19). Y Jesús recalcó el hecho de que su
“reino no es de este mundo malo o era maligna” (Juan 18:36). Todo
esto implica que su reino es para el siglo o era venidera que inaugurará el
Señor Jesús cuando venga en gloria con sus ángeles. El apóstol Pablo habló del presente
siglo y del venidero en Efesios 1:21. El presente siglo o mundo es
malo, dice Pablo a los Gálatas (1:4): “El cual (Jesús) se dio a sí mismo
por nuestros pecados, para librarnos del presente siglo (=mundo) malo”.
De modo que cuando la Biblia habla el “fin del mundo”, no se está refiriendo al
fin del planeta tierra, sino al fin del presente mundo o edad maligna
gobernado por el diablo y sus agentes humanos.
Después que Cristo haya suprimido la maldad
de la tierra, atando al diablo y a sus demonios, y destruyendo a sus
agentes humanos, entonces empezará una
nueva era (= mundo) de justicia y paz sobre la tierra. En Apocalipsis 20:1-5 se
lee claramente que Cristo atará al diablo y sus ángeles y los lanzará en una
prisión, y luego reanudará el reino de Dios en Jerusalén, el cual durará mil
años seguidos. Por fin, el mundo podrá disfrutar de una tierra pacífica, justa,
y sin maldad. Para entonces, los muertos en la fe de Jesús recibirán la inmortalidad
por medio de resucitar de la tumba gloriosos (Juan 5:28,29; 1 Corintios
15:43,44,51-54). Usted tiene un magnífico potencial de ser un heredero del
reino de Dios si abraza con fe este evangelio, y lo predica a otros.
La Biblia nos habla de “nuevos
cielos y nueva tierra donde mora la justicia” (2 Pedro 3:13,14).
También se nos habla de “nuevos hombres” en Cristo
(Efesios 4:24). Se nos manda a pedir que el reino venga a la tierra
en la oración del “Padre Nuestro”, a fin de que se haga la voluntad de
Dios en nuestro planeta, como se hace en el cielo (Mateo 6:10). Hoy ciertamente
no se está haciendo la voluntad de Dios en la tierra como se hace en el cielo.
¿O es que alguien va a creer que las guerras, hambres, vicios, enfermedades, crímenes, ateísmo, son cosas
que conciernen a Su voluntad?
Sólo hay Un Evangelio
Bíblico
Mi amigo, cuán pocas son
las iglesias que predican este mismo evangelio del reino original, el cual
ahora usted ha conocido, leyendo este estudio que tiene en sus manos. Este es
el mensaje más importante y glorioso nunca antes predicado por líder religioso
alguno, salvo por Cristo y sus
apóstoles. Este es un mensaje que realmente revolucionará la sociedad humana
cuando se haga realidad en un futuro. Este es el mensaje que las gentes
anhelarán oír si en verdad aman la paz y la justicia. No hay otra esperanza
para el mundo que Cristo y su gobierno mundial de justicia y paz. Pero la
tragedia del cristianismo contemporáneo aún subsiste, pues este prístino
evangelio bíblico ha sido mudado por otros falsos evangelios, como el llamado “evangelio
social” del catolicismo.
Lo que Jesús demandó de sus potenciales
seguidores era precisamente que creyeran en su mensaje del reino o gobierno
mundial liderado por él y su iglesia. Él fue claro al afirmar que sólo aquellos
que creyeran en su singular evangelio, serían salvos (Marcos 16:15,16). La
salvación es por fe, fe en Cristo y en su evangelio (Romanos 1:17; 10:17;
Gálatas 3:2,26; Filipenses 1:27). ¿Creerá usted en el único evangelio que
predicó Jesús?
Pero hay religiones que al
predicar otros mensajes o evangelios distintos, se están condenando a sí
mismos, pues Pablo dijo: “Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis
alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio
diferente. No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y
quieren pervertir el evangelio de Cristo. Mas si aun nosotros, o un
ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos
anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si
alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema”
(Gálatas 1:6-9).
Heredar
el Reino de Dios es Heredar la Salvación
El Reino es importante
puesto que significa nuestra salvación. Sin embargo, las iglesias dicen que
somos salvos, pero no saben cómo y de qué. Sí, Jesús vino a
traernos salvación a través de heredar su reino venidero de justicia. Además,
entrar en su reino equivale a ser salvo para siempre con vida eterna.
Esta verdad se desprende del diálogo del joven rico con Jesús. Le invito a que
lea el diálogo mencionado en Mateo 19:16-25. En estos versículos usted
se enterará de un joven rico que le pregunta a Jesús sobre lo que debe hacer
para ganar la vida eterna. Jesús le dice que debe guardar
los mandamientos, y el joven le repregunta: ¿cuáles? Y Jesús procede a
mencionarle algunos del decálogo. El joven contesta que desde niño los había
guardado todos, pero Jesús le dice que le faltaba una cosa: vender sus posesiones
y dar el dinero a los pobres. Pero el joven rico se fue triste porque no estaba
dispuesto a tanto. Jesús entonces dice que difícilmente entra un rico en el reino
de Dios. Finalmente, los discípulos que estaban presentes con él,
se preguntan: ¿Quién, pues, podrá ser salvo?.
Ahora bien, usted
descubrirá tres frases cruciales e importantes en este diálogo: Vida
eterna, reino de Dios, y ser salvo.
Entonces, ¿Qué es salvación? Muy sencillo: Salvación = Entrar al
reino de Dios con vida eterna. ó también: Salvación= Reino de
Dios + vida eterna. Esta ecuación concuerda con lo dicho por Juan: “Ahora
ha venido la salvación, el poder, y el reino de nuestro Dios, y
la autoridad de su Cristo...” (Apocalipsis 12:10). Nótese la
dupla: salvación y reino, viniendo juntos. En Hebreos 9:28 Pablo dice que
Cristo “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para
salvar a los que le esperan”. Pero en Mateo 25:31,34 leemos que
Jesús dirá, cuando vuelva por segunda vez: “Venid, benditos de mi Padre, heredad
el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo”. ¿Se
da cuenta amigo cuál es el punto que intento demostrar? ¡Salvación es heredar
el reino de Dios con inmortalidad! Por eso, el evangelio del reino es el
evangelio de la salvación de los hombres, como lo explica Pablo en Efesios
1:13, y que dice: “En él, también vosotros, habiendo oído la palabra de
verdad, el evangelio de vuestra salvación, fuisteis sellados con el
Espíritu Santo de la promesa”.
Y a los Tesalonicenses,
Pablo les dice: “Pero nosotros debemos dar siempre gracias a Dios
respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación por
el Espíritu y la fe en la verdad, a lo cual os llamó mediante nuestro
evangelio, para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo”
(2 Tesalonicenses 2:13,14). Pues bien, nótese que estos versos dicen que Dios
nos escogió desde el principio (¿del mundo?) para salvación.
Y si comparamos este texto con Mateo 25:34, veremos que también el reino fue
preparado para nosotros desde la fundación o principio del mundo.
Aquí se hace evidente que el reino y la salvación
se presentan desde la fundación o principio del mundo.
Satanás Odia el Evangelio
del Reino
Es de esperarse que si el
evangelio tiene el poder para salvar a los hombres, según lo afirma Pablo en Romanos 1:16, entonces el
diablo lo debe detestar con todo su malévolo ser. Efectivamente, pues Pablo
dice sobre este asunto, así: “En los cuales el dios de este siglo ha cegado
el entendimiento de los incrédulos, para que no les resplandezca la luz
del evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios”
(2 Corintios 4:4). Tome nota cómo el diablo embota el entendimiento de los que
no creen para que no entiendan el evangelio de la gloria de Cristo. Sí,
la frase: “el evangelio de la gloria de Cristo” es
equivalente a decir “el evangelio del reino de Cristo”,
pues el reino de Cristo viene con gloria. Gloria y reino son inseparables e
indisolubles, ya que Pablo también escribió: “Y os encargábamos que
anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria”
(2 Tesalonicenses 2:12). Hablar, pues, de la gloria, es hablar del reino de
Cristo.
También Jesús enseñó la
llamada: “Parábola del Sembrador”. Jesús explica que “el diablo
quita de los corazones la palabra, para que no crean y se salven”
(Lucas 8:12). Entonces, no es de extrañar que millones de hombres hayan sido
engañados por una fuerza superior maligna, y también hayan rechazado el
verdadero evangelio salvador para que no crean y se salven. El Diablo es
experto engañando con enseñanzas y esperanzas falsas que sustituyen el
verdadero evangelio del reino. Pablo tildó las falsas enseñanzas como: “doctrinas
de demonios”: “Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros
tiempos algunos apostarán de la fe, escuchando a espíritus engañadores y a
doctrinas de demonios” (1 Timoteo 4.1). Recordemos que Juan afirmó que la mayoría de hombres y mujeres
están bajo el poder del maligno (1 Juan 5:19). Esto suena
duro y difícil de creer, pero es la pura verdad. La gente está dispuesta a creer
en la mentira en lugar que en la verdad ( Lea Romanos
1:25). Y Jesús dijo: “Y esta es la condenación: que la luz vino al
mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus
obras eran malas” (Juan 3:19). Este tipo de gente opta por
creerle a Darwin, Fuerbach, Freud, Hegel, Kant, Marx, Engels,
Kiergard, Niechzte, Sartre, Spinoza, de Chardin, etc (= doctrinas de
demonios), en vez de la verdad del
Hijo de Dios, el salvador del mundo, porque saben que sus acciones son malas y
no quieren oír de su futura condenación (Leer Juan 3:19-21). Éstos prefieren
creer que Dios está muerto, ó que somos producto de la evolución, y no de una creación
divina, o que la verdad y la moral son relativas, y que no hay absolutos.
No es de extrañar que
vengan burladores diciendo que los predicadores del reino están locos o que son
unos fanáticos religiosos. Pero la verdad es que no estamos locos por la
llamada “locura de la predicación”. Dice Pablo: “...agradó a Dios
salvar a los creyentes por la locura de la predicación” (1
Corintios 1:21). Sí, muchos pensarán que nuestra predicación es una locura de
hombres enajenados o alienados. Pero nada es más falso que ser acusados de
alienados, pues los verdaderos enajenados o alienados son los incrédulos que
han sido enceguecidos por el diablo. Y es por esta razón precisamente que vino
Cristo, para liberarnos de las mentiras sutiles del diablo y sus
demonios, las cuales han encandilado y atrapado a la mayoría de hombres que
pueblan nuestro mundo (Colosenses 1:13).
El Cielo no es nuestro
Destino
Las Escrituras enseñan que
el cielo es la morada de la Deidad y de sus ángeles santos. La tierra, en
cambio, fue creada por Dios para que la habiten sus criaturas humanas (Salmos
115:16). Y es que el plan de Dios era ---y es--- que este mundo sea una
paraíso de felicidad y gozo eternos para los hombres hechos a su imagen y
semejanza. Así, el Génesis nos presenta a un Dios Creador de la materia y de la
vida en todas sus formas: microorganismos, vegetales, animales, y humanos. A
estos seres vivos Dios les dio aire, agua, y alimento para su sustento diario,
a fin de nutrir correctamente su organismo. Obviamente el hombre fue hecho para
vivir en la tierra y no en el cielo. Jamás Dios se propuso crear a los humanos
para luego trasladarlos a otro lugar supramundano o extraterreno. Los pulmones
de los seres humanos y animales fueron hechos para recibir el oxigeno del aire
el cual luego sería convertido en CO2. Luego este gas CO2 sería
nuevamente convertido en O2 por las plantas para la respiración de los
organismos simples, los animales y los humanos. De modo que este elemental
proceso bioquímico demuestra que Dios creó al hombre para que viviera en la
tierra. ¡Y este propósito divino no ha cambiado en absoluto!
La enseñanza acerca de una partida al cielo
de las “almas inmortales” de los cristianos, en ocasión de la muerte, presenta
varios problemas: 1). Ello implicaría que los muertos siguen vivos después de
morir o que están concientes. 2). Esto significaría que los cristianos reciben
su premio en el momento de su muerte y no en la resurrección. 3). Hace innecesaria la resurrección de los
muertos y la segunda venida de Cristo para reencontrarse con los suyos.
4). Hace de la muerte un “amigo” y no
un enemigo de los creyentes, pues se supone que a través de ella se puede
“partir a la gloria celestial”. 5). Alienta el suicidio o la eutanasia. 6).
Empuja a los deudos a practicar el
espiritismo, la tabla ouija, el ocultismo, etc, debido al deseo ardiente
que tienen muchos de ellos de “comunicarse” con sus seres queridos fallecidos;
prácticas éstas que están prohibidas en la Biblia. 6). Contradice a la Biblia
cuando dice que la inmortalidad será nuestra en la era venidera del reino, y no
en ocasión de nuestra muerte física.
La Biblia enseña que la
tierra y todas las cosas serán restauradas como al comienzo de la
creación (Hechos 3:19-21). No se dice nada de una destrucción cósmica, y de la
extinción del planeta tierra. Al contrario, ¡Dios castigará a aquellos que
quieren destruir la tierra! (Apocalipsis 11:18). La frase “nueva tierra”,
que aparece en 2 Pedro 3:13,14, no implica un nuevo planeta físico, sino
que denota un nuevo orden mundial,
donde imperará la justicia y la paz bajo el mando del Mesías. También Dios nos
ha hecho “nuevos hombres” (Efesios 4:24), pero no en lo físico,
sino en lo espiritual y en lo moral.
Lo cierto es que Jesús fue
claro al decir que nosotros no podemos ir al lugar a dónde él iba
(Juan 13:33). Sin duda, Jesús se refería al cielo donde mora la Deidad con sus
santos ángeles. Además, él prometió volver, no para llevarnos al cielo, sino
para quedarse en la tierra con nosotros (Zacarías 14:4; Salmos 67:4;
Apocalipsis 5:10; 2 Samuel 23:3). Esto queda evidenciado también por las
declaraciones de Jesús en Juan 14:2,3., donde él dice enfáticamente, entre
otras cosas: “Si me fuere... vendré otra vez, y os tomaré a mi mismo, para que donde yo estoy (en la
tierra) vosotros también estéis”. Tómese nota que cuando Jesús dijo
eso, él todavía no había resucitado; y menos aún, ascendido al cielo.
¿Qué Jesús volverá para
llevarnos al cielo? ¿Pero en qué quedamos? ¿Acaso no estaremos allá cuando
fallezcamos? Hay algo aquí que no está muy claro en la teología tradicional.
Sin embargo, parece que Satán no fue
sólo el inventor de la inmortalidad inherente del alma humana, cuando le
aseguró a Eva: “de seguro que no moriréis” (Génesis 3:4),
sino que también inspiró la creencia de “subir a las alturas para ser
semejantes a Dios” (Isaías 14:13).
La Influencia del
Gnosticismo
La secta gnóstica
apareció en los tiempos de Jesús como un competidor del cristianismo. Los
gnósticos habían mezclado ciertos conceptos judíos con las creencia de la
inmortalidad del alma propugnada por el filósofo Griego Platón. Los gnósticos
utilizaron términos del Antiguo Testamento como Jehová, Set, etc. y les daban
su propia interpretación. Por otro lado, el gnosticismo, a diferencia del
cristianismo, enseñaba que la materia era mala, y por tanto, Jesús no
pudo ser plenamente hombre carnal o material, sino que sólo tenía la apariencia humana. Pero San Juan, especialmente, no
tardó mucho en condenar a los gnósticos por sus herejías (2 Juan 7,9).
También los gnósticos
afirmaban que los hombres tenían la posibilidad de dejar el cuerpo físico, y la
tierra, si aprendían sus “recetas gnósticas” para partir a otra dimensión o Pleroma
donde vivían los “aeones” o espíritus puros o superiores, entre los
cuales se encontraba el Yahweh de la Biblia. Para lograr esa transmigración,
los gnósticos daban por sentado que el hombre tenía un alma
inmortal que trascendía a la muerte física. Entonces: ¿No se parece mucho la
enseñanza “católica” de hoy acerca de la partida del alma al cielo, con aquella
de los gnósticos heréticos, que sostenía que el alma parte al “pleroma (o
proto-cielo)”? ¿Podrían acaso Platón y los gnósticos tener razón, al creer que
los hombres tienen un alma inmortal inherente que sobrevive a la muerte?
El Reino no es la Iglesia
Cristiana
La teología Católico-Romana
enseña que la Iglesia es el Reino de Dios. San Agustín desarrolló esta teología
hace 16 siglos atrás. Antes de ese tiempo, entre los siglos I al III D.C, nada
se sabía de un ”basilea-eclessia” (reino-iglesia) como es presentado por
el romanismo amilenialista. Sin embargo, es verdad que la iglesia tiene que ver
con ese reino bíblico, pues ella está llamada a heredarla (Mateo
25:31,34; Lucas 12:32). Confundir el reino con la iglesia, como
expresiones sinónimas, es un error garrafal o colosal. Si el reino es algo que heredará
la iglesia, ¿Cómo puede ser la iglesia la herencia misma? Esta es una pregunta
lógica e inevitable, la cual, hasta un niño la puede formular fácilmente.
También se ha pasado por
alto el hecho de que “carne y sangre no pueden heredar el reino de
Dios” (1 Corintios 15:50). Este segundo punto es importante. El
hombre mortal no puede heredar el reino bíblico, pues necesita primero ser “transformado”,
cuando se haga realidad la segunda venida de Cristo en persona (1 Corintios
15:52). Esto hace imposible que la iglesia, compuesta por mortales, sea el
reino de Jesucristo.
Autoridad Sobre Las
Naciones
La iglesia está llamada a
conformar el reino glorioso de Cristo para ejercer su autoridad sobre las
naciones de la tierra. La Parábola de la Diez Minas explica claramente
este punto, al señalar que los fieles creyentes tendrán puestos de autoridad en
el gobierno mundial de Cristo. Léalo en Lucas 19:11-27 y Apocalipsis
2:26. Nótese que dice: “autoridad sobre las naciones o países”,
lo que significa que el mundo estará dominado también por los cristianos
fieles, cuando el reino de Cristo se establezca en la “parousía”
o venida del Rey de reyes desde el cielo. Los últimos serán los primeros, y los
primeros vendrán a ser últimos.
Ya el profeta Isaías (32:1)
había predicho de que habría un justo que reine con sus príncipes en el reino
de Dios. Dice así el texto: “He aquí que para justicia reinará un rey,
y príncipes presidirán en juicio”. Y en el Salmo 122;5 se
predijo que en Jerusalén estarán los tronos de su casa o reino: “Porque
allá (Jerusalén) están las sillas del juicio, los tronos de la casa de David”.
Sí, la sede del reino estará en la tierra, y los santos ejercerán mundialmente
su autoridad y poder con Jesucristo, el rey del reino.
Es claro, entonces, que el hombre de hoy tiene la oportunidad de
participar como un protagonista dentro del futuro reino o gobierno mundial de
Cristo. Ahora nuestra vida tiene realmente un propósito trazado por Dios desde
los albores de los tiempos. Por eso, el retorno de Cristo es la bendita
esperanza de todos los Cristianos mesiánicos (Tito 2:13, 2
tesalonicenses 2:16). Los que no tienen a Cristo y su evangelio en el corazón,
viven desesperados y frustrados por la falta de un horizonte claro y de
esperanza para sus vidas y la de sus hijos ( 1 Tesalonicenses 4:13; Efesios
2:12) . Definitivamente cualquier
hombre que no conoce este mensaje o evangelio del reino vivirá el momento
pensando que la vida es una y que hay que “vivirla al máximo”, gozando de todos
los placeres que este mundo ofrece. Estos hombres se vuelven hedonistas,
creyendo que satisfaciendo todos los deseos de su carne, y de sus ojos, serán
realmente felices. Pero todos sabemos que los ricos también lloran, sufren, se
deprimen, se emborrachan, se drogan, y se suicidan. Y es que tampoco las cosas
materiales dan la felicidad y el gozo verdaderos. Ya lo dijo Jesús que “la
vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”
(Lucas 12:15). Realmente los hombres más felices son aquellos de fe, y de
rectitud de carácter, pues sus conciencias están tranquilas y satisfechas por
el bien hacer en el nombre de Jesús.
El Nuevo Nacimiento y el Reino
de Dios
A
Nicodemo, un fariseo de renombre, Jesús le dijo: “ De cierto, de cierto
te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.
Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede entrar acaso
por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió Jesús: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y
lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te maravilles de que te dije: Os
es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su sonido;
mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va, así es todo aquel que es nacido del
Espíritu” (Juan 3:3-8).
Aquí
Jesús está dando la clave para poder ver e ingresar
en su reino milenario en la tierra de la era venidera. Aquí Jesús dice que se
debe “nacer de agua y del espíritu”. ¿Qué significa eso
exactamente? La mayoría de cristianos ignora el significado de esta revelación
de Jesucristo, pues no se les ha estimulado a reexaminar sus creencias a la luz
de las Santas Escrituras, la Biblia. Pues bien, ahora usted tiene la oportunidad de saberlo con verdad.
El agua en la Biblia suele tener dos significados básicos: La Palabra
de Dios y el Bautismo. Pedro habla de “renacidos por la
Palabra de Dios” en 1 Pedro 1:23, donde dice claramente: “Siendo
renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
Palabra de Dios que vive y permanece para siempre”. De modo que la
Palabra de Dios hace renacer a un convertido, y lo transforma en un
hombre nuevo, en un niño en Cristo, el cual será reeducado en los valores de la
fe. Y en Juan 15:3 Jesús dice algo
interesante: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he
hablado”. De modo que la
palabra de Dios tiene el efecto del agua:
limpiar la mugre espiritual, o los pecados. Y Pablo dice que la
Palabra de Dios actúa en los creyentes: “Por lo cual también nosotros sin
cesar damos gracias a Dios, de que cuando recibisteis la palabra de Dios
que oísteis de nosotros, la recibisteis no como palabra de hombres, sino según
es en verdad, la palabra de Dios, la cual actúa en vosotros los
creyentes” (1 Tesalonicenses 2:13). Sí, la palabra de Dios (=el
evangelio del reino) actúa en los creyentes para transformarlos en “nuevos
hombres” (Romanos 12:2, 2 Corintios 5:17).
La
segunda connotación del agua es el bautismo. El hombre que cree
en Cristo, y en su evangelio del reino, se bautizará en agua para el perdón de
sus pecados (1 Pedro 3:20,21; Hechos 2:38). En Hechos 8:12 tenemos los
dos aspectos del agua actuando juntos cuando Felipe bautizó (en
agua por inmersión) a aquellos que recibieron creyeron en la palabra del evangelio del reino (o
agua espiritual) con fe. Dice así el texto: “Pero cuando creyeron
a Felipe, que anunciaba el evangelio del reino de Dios y el nombre de
Jesucristo, se bautizaban hombres y mujeres”. Por supuesto que
después de este bautismo los hombres y mujeres creyentes se llenaron del
Espíritu de Dios (Hechos 2:38). Habían nacido del Espíritu Santo
por la Palabra del evangelio del reino que es también la espada del Espíritu
(Efesios 6:17). Entonces, la palabra del evangelio del reino de Dios hace
renacer a muchos hombres “de agua y del espíritu”, para convertirlos en
soldados de Cristo, en hombres santos y probos.
Por
tanto, al hombre “renacido” se le conoce por sus frutos---¡los
del Espíritu Santo!. El hombre nuevo vivirá bajo el Espíritu Santo y ya no
bajo “la carne” ( Romanos 8:1-17). El creyente es ahora un hijo de Dios, y
heredero de todas las promesas ofrecidas por Dios a un hijo obediente y leal.
Tendrá, pues, el derecho de ser un heredero del reino del Padre
como un príncipe glorioso al lado de su hermano mayor, el Señor Jesucristo, el
Rey del reino de Dios (Apocalipsis 3:21).
También
el otro aspecto del “nacimiento del Espíritu” es aquel referido a la “resurrección
espiritual” del creyente difunto para heredar el reino venidero milenario.
Ya el apóstol Pablo había explicado el hecho de que si poseemos el Espíritu
Santo en nosotros por la conversión, entonces Dios nos resucitará por Su
Espíritu para heredar el reino. Dice así Pablo: “Y si el Espíritu
de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que
levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos
mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11) .
Nótese la importancia de tener el Espíritu de Dios. Sin Él no podremos
resucitar para heredar el reino glorioso. De allí la importancia del
renacimiento del Espíritu. Se renace con un cuerpo espiritual por el Espíritu
que mora en nosotros (1 Corintios 15:42-44). Luego, al recibir el “renacimiento espiritual” (= la
resurrección con cuerpos espirituales), entonces veremos y entraremos en el
reino prometido de justicia de la era venidera.
¿Tiene
Usted el Espíritu de Dios?
Definitivamente
no se puede tener el Espíritu Santo si se está viviendo en el sexo ilícito,
drogadicción, alcoholismo, hurtos, mentiras, estafas, hipocresías, ocultismo,
asesinatos, odios, rencillas, rencores, orgías, idolatrías, amor al dinero,
lascivias, etc, etc. El apóstol Pablo hace un claro contraste entre los deseos
de la carne y los deseos del Espíritu. Sus palabras son como siguen: “Digo,
pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque
el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra
la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis.
Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley. Y manifiestas son
las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría,
hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones,
herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a
estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los
que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del
Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza; contra tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han
crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas
5:16-24).
Ahora
bien, nótese que los deseos del Espíritu son claros: Amor, gozo, paz,
paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, etc. El amor es de
Dios. Si se tiene a Dios en el corazón, se tiene el amor. Con el amor nosotros
podemos lograr todo lo imposible. El
gozo proviene de saber que nuestros pecados pasados han sido perdonados, así
como por saber que uno tiene una esperanza de gloria para el futuro en el reino
de Cristo. La paz comienza con uno mismo, en el momento que uno ha hecho la paz
con Dios, y se ha reconciliado con Él. Luego, la paciencia viene como resultado
del amor y de la fe en las promesas de Dios.
La benignidad o la dulzura de carácter es el resultado del mismo
Espíritu de Dios morando en uno. Uno reflejará el amor y la dulzura de Dios en
nuestro trato diario con los demás. La mansedumbre es el carácter manso,
tranquilo, dócil y sumiso del creyente. Ya no será un hombre violento,
soberbio, petulante, y orgulloso; sino manso, humilde, obediente, piadoso y
santo. Y la templanza es la moderación en todo: En la comida, en la bebida, en
el hablar, en el sexo marital, etc, etc.
¡Retenga
Su Corona de Gloria!
A los
hombres que se han convertido por el anuncio del evangelio del Reino de Dios,
Jesús les dice muy enfáticamente: “He aquí que yo vengo pronto; retén lo
que tienes, para que ninguno tome tu corona” (Apocalipsis 3:11).
Sí, todos los creyentes mesiánicos tienen ya su corona de gloria del reino de
Dios. Lo que resta por hacer es que nadie nos la arrebate o nos la quite por
nuestra desidia e inconstancia. Es entonces obvio que estamos llamados a ser
príncipes coronados en el reino de Cristo. Allá en el cielo están guardadas
nuestras coronas, listas para ser traídas a nosotros, y colocadas en nuestras
cabezas, para cuando Cristo vuelva en gloria con sus santos ángeles desde el
cielo. “He aquí que yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para
recompensar a cada uno según sea su obra” (Apocalipsis 22:12).
Breve Cuestionario Para Repaso
1.-¿Para qué vino Jesucristo al mundo, según Lucas 4:43?
2.-¿Qué significa la palabra evangelio?
3.-¿Cuál es la tragedia del cristianismo de los últimos quince siglos?
4.-¿De qué se trata este evangelio, según Mateo 24:14?
5.-¿Qué predicaba Jesucristo con sus discípulos en las distintas ciudades que visitó, según Lucas 8:1,2?
6.-¿Qué mandó Jesucristo a predicar a sus discípulos hasta su regreso en gloria?
7.-¿Qué predicó Pablo en Mileto, Roma, y Efeso?
8.-¿Se oye predicar este evangelio en el Perú?
9.-¿Qué significa la palabra reino?
10.-¿Cuál es la diferencia entre el reino de Dios y los reinos actuales?
11.-¿Qué explicación dio Agustín de Hipona del reino?
12.-¿Qué interpretación dan del reino los Católicos?
13.-¿Qué interpretación dan la mayoría de protestantes acerca del reino?
14.-¿Qué cuatro cosas tiene un reino?
15.-¿Por qué el hombre no puede vivir en el cielo?
16.-¿Qué dijo Salomón con respecto a nuestro destino?
17.-¿Qué pidió el pueblo de Israel a Dios por intermedio de Samuel?
18.-¿Quién fue el primer rey de Israel?
19.-¿Quién reemplazó a Saúl y por qué?
20.- ¿De quién era el reino de David?
21.-¿Qué texto usaría para probarlo?
22.- ¿Qué pacto hizo Dios con el rey David?
23.- ¿Cumplió Salomón, su hijo, con el pacto prometid0? Explique
24.- ¿Quién, entonces, cumplirá el pacto totalmente?
25.- ¿Cuál fue el último rey de la dinastía del reino de Dios?
26.- ¿La suspensión del reino de David, sería para siempre?
27.- ¿Qué profetizó Ezequiel en el capítulo 21, y versos 25-27?
28.-¿Quién será ese personaje que retomará el trono de David?
29.- ¿Qué textos bíblicos prueban que Jesucristo será el heredero del trono?
30.- ¿Qué dice la introducción del evangelio de Mateo?
31.- ¿Qué significa que Cristo es el hijo de David?
32.- ¿Qué dijo Jesús de Jerusalén, según Mateo 5:33-35?
33.- ¿Cuándo Jesús tomará el trono de David, según Mateo 25:31?
34.- ¿Quiénes más tomarán o heredarán el reino según Mateo 25:31,34?
35.- ¿Qué pensaron los Judíos cuando vieron a Jesús entrar en Jerusalén en un asno?
36.- ¿En qué parábola Jesús enseñó que su reino no vendría inmediatamente?
37.- ¿Cuál es el significado de la profecía de Lucas 1:32,33?
38.-¿Cuál es el significado de Lucas 12:32?
39.- ¿Qué enseñó Jesús en Mateo 6:10,33?
40.- ¿Qué les prometió Jesús a sus discípulos en Mateo 10:28?
41.- ¿Qué le pidió la esposa de Zebedeo a Jesús?
42.- ¿Qué estuvo predicando Jesucristo después de su resurrección, durante 40 días, según Hechos 1:3?
43.- ¿ Qué fue lo que le preguntaron los discípulos a Jesús durante ese periodo de entrenamiento de 40 días?
44.- ¿Qué les respondió Jesús?
45.- ¿Es automático el ingreso en el reino de Dios por la conversión, según Hechos 14:22?
46.- ¿Cuál es la opinión de Pedro con respecto a la pregunta anterior, según 2 Pedro 1:5-11?
47.- ¿Cuál es la razón del regreso de Cristo, según Pedro ( Hechos 3:19-21)?
48.- ¿Qué pasará con la carrera armamentista durante el reinado de Cristo, según Isaías 2:2-4?
49.- ¿Reinará Cristo desde los cielos, según 2 Samuel 23:3-4?
50.- ¿Cuáles serán las características del reinado de Cristo, según Salmos 72:7,8,11?
51.- ¿Qué hará Jesucristo con los gobiernos mundiales en su reinado, según Daniel 2:44?
52.-¿Qué conocerán los pueblos, según Isaías 11:9?
53.- ¿Cuáles serán las características de la persona del rey del reino, según Isaías 11:2?
54.- ¿Para quiénes, según Mateo 5:5, será la herencia de la nueva tierra de justicia?
55.- ¿Cuántos evangelios hay, según Pablo (ver Gálatas 1:6-9)?
56.-¿Qué son aquellos que predican falsos evangelios, según Pablo en Gálatas 1:6-9?
57.-¿Qué es la salvación según lo revelado en Mateo 19:16-25?
58.-¿Qué 3 cosas vienen juntas con Cristo, según Apocalipsis 12:10?
59.-¿Qué es lo que hace el diablo con el evangelio de Cristo, según 2 Corintios 4:4?
60.-¿Qué es lo que hace el diablo con la Palabra predicada por los creyentes, según la Parábola del Sembrador?
61.-¿Cómo llama Pablo a las doctrinas extrabíblicas, según 1 Timoteo 4:1?
62.-¿Qué es el evangelio para los incrédulos y adversarios de la verdad, según 1 Corintios 1:21?
63.-¿Qué enseñó Jesús en Juan 13:33?
64.- ¿Qué enseñó Jesús en Juan 14:2,3 (“donde yo estoy”)?
65.- ¿Quién dice que no moriremos y que subiremos adonde está Dios, según Génesis 3:4 e Isaías 14:13?
66.- ¿Qué enseñaba el gnosticismo con respecto a la materia y a la vida futura?
67.- ¿Qué 2 cosas dijo Pablo que no podían heredar el reino de Dios, según 1 Corintios 15:50?
68.- ¿Qué se requiere primero para entrar o heredar el reino de Dios, según 1 Corintios 15:52?
69.- ¿Cuál será la función de los herederos del reino en el milenio de justicia, según Lucas 19:11-27?
70.- ¿Qué enseña Apocalipsis 2:26?
71.- ¿Dónde estarán los tronos de la casa de David (= el reino de Dios), según Salmos 122:5?
72.-¿Qué que le dijo Cristo a
Nicodemo?.
73.- ¿Qué significa nacer del agua?
74.- ¿Qué significa nacer del Espíritu?
75.- ¿Cuáles son los frutos de la carne y cuáles los del Espíritu?
76.-¿Qué debemos retener y no perder?